sábado, 12 de marzo de 2011

¡Ha matado a alguien!

El sueño de hoy empieza con felicidad.
La felicidad que siente un niño pequeño cuando le regalan una caja de petardos.
Tengo unos 12 años y alguien me regala silbatos de clase AI.













Subo a casa de mis padres lleno de alegría.
Busco un cómplice para el ritual de la pólvora.

Abre mi hermana Elisa.
Está alterada. Nerviosa. Rollo ataque al corazón.
Le pregunto qué pasa.
Ella no para de gritar: "¡Lo he matado! ¡Lo he matado!"

En ese momento tengo la sensación que los petardos han explotado en mi mano.
Pero, con los gritos de mi hermana, los petardos han pasado a un segundo plano.

No puedo saber a quién ha matado.
Sólo sé que hay que huir de allí.
Somos como fugitivos.

Bajamos las escaleras corriendo.
En ese momento ya no soy un niño pequeño.
Como que he crecido por la emoción.

Salimos a la calle.
Hay un coche en marcha.
Esperándonos para huir.
Lo conduce mi amigo Alberto T, cómplice del asesinato y de la huida.

Alberto conduce con prisas y se mete en un parquing.
Todo muy peliculero.
El párquing está en obras y es muy complicado conducir por allí.
De hecho el párquing se ha transformado un laberinto. Intentar salir de allí se transforma en algo aburrido. Estamos tanto rato intentado escapar que se nos quita la emoción.

Se nos olvida el asesinato.
Se nos olvida la huida.

Entre todos decidimos pasar del tema.
Alberto deja el coche en mitad del párquing, mal aparcado...

Nos vamos a un bar a tomar cervezas.
Parece un bar madrileño. Con cañas madrileñas.










Todo acaba entre brindis y alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario