jueves, 30 de diciembre de 2010

Robar

Llego a la puerta de la oficina y descubro a mi socio Lluís (a.k.a. el Ruso) peleándose con un tipo gigante.
Rubio.
Musculoso.
Cabreado.
Rollo Serbia...










Yo entro en la oficina sin hacer preguntas.
Después el Lluís entra muy enfadado despotricando con el tipo rollo Serbia.

Cosas suyas, pienso.
No te metas.
No me meto.

Al día siguiente llego a la oficina y el Lluís está en la puerta cabreado como no le he visto nunca.
Abro la puerta de la oficina y lo han robado todo. No hay nada; ni ordenadores, ni mesas, ni estanterías, ni enchufes...

Lo veo y pienso cómo es posible robar tanto y tan bien.
Pero no digo nada...

De repente el sueño cambia de tercio de una forma increible...

Estamos al lado de una casa.
Escondidos tras unos matorrales con un grupo de tipos que no he visto en mi vida. Descubro que estamos trazando un plan para robar una casa estilo urbanización americana.
Yo soy el cabecilla de la banda. Parece que lo tengo todo muy claro y organizado.
Definitivamente vamos a dar un gran golpe a la casa yanki.

Pero de repente me empiezo a encontrar muy mal.
Me entran arcadas.
Me mareo.
Y vomito una rana muy pequeña.














Salta de mi boca y la cojo al vuelo con mis manos. Nos miramos fijamente.
Parece que soy el único que alucina por vomitar un anfibio. El resto de la banda como que no se da ni cuenta.
Resulta que ya se me han quitado las ganas de robar nada.
Estoy obsesionado con la rana en mis manos. Normal, ¿no?
Pero mi banda lo tiene muy claro; salen disparados con violencia a robar la casa.

Yo me quedo solo mirando la rana.
Tengo la sensación de estar a salvo...

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