lunes, 26 de diciembre de 2011

Salvando a una chica salvaje.

El edificio es un colegio de dibujo animados japoneses.
Valen.
Germán.
Yo mismo.
Caminamos con sonrisa malinga.
Por los pasillos vacíos.
Tenemos un objetivo claro.
Vamos armados con navajas de oficina.


Llegamos a una aula.
Germán golpea la puerta.
Cae al suelo.
Una chica grita aterrorizada.
Escondida entre los pupitres.
Pelo largo.
Negro.
Creo que por un momento ella pensaba que se había escapado de nosotros.
La pobre...

Su vestido campestre...
Esa inocente forma de gritar...
Tenemos la sensación de que es la primera vez en su vida que ha pasado miedo.
Y nos vuelve locos.

Desenfundamos nuestras navajas de oficina.
Nos ensañamos con ella.
Los tres.
Solventes espadachines.

Ya no sé diferenciar los gritos de las carcajadas.

Su vestido va cayendo al suelo.
Deshilachándose.
Pienso que nadie podría armar un puzle de tantas piezas.

Está desnuda.
No llevaba ropa interior.
Probablemente porque nadie le había hablado de su existencia.
Intenta ocultar sus tetas.
Y su exagerado bello púbico.
Una chica salvaje...


No tiene ni un rasguño en su piel.
Un gran trabajo.
Nuestra obra maestra.


Salimos del colegio japonés.
Orgullosos.
Mientras enfundamos nuestras navajas de oficina.

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