Camino por un paisaje infinito.
Árboles.
Al final montañas de nieve.
Hace mucho frío.
Visto pieles gruesas de lobos o bisontes.
Muy medieval todo.
No voy solo.
Me acompaña un ejército de viejos.
Personas mayores.
Abuelos.
Muchos.
Mil o más.
Caminando lentamente.
Jorobados por artrosis.
Y otras enfermedades de viejos.
Curiosa Rua de Canaval, pienso...
Yo les guio.
Hacia las montañas nevadas.
Estamos todos muy tristes.
Ellos más.
Los viejos lloran y hablan en voz baja.
No entiendo lo que dicen.
Supongo que cosas de viejos.
Estamos toda la noche caminando.
Sin hablar.
Sólo caminar y caminar.
Entre el puro frío.
Llegamos a la falda de la montaña nevada.
Por fin.
Me detengo.
Me giro.
Y mirándoles, directamente a la cara por primera vez, les digo que ahora tienen que seguir ellos solos.
No sé si siento pena.
O alegría.
Veo a los viejos caminar.
Alejándose.
Siento como que, si tuviera pitillos, fumaría.
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